domingo, 4 de agosto de 2013

Historias de la tele cuando la tele era una. 9 (1974)








Todavía no se sabía lo que iba a suceder en noviembre del año siguiente, pero en la España de 1974 las campanas tocaban a vísperas, todos permanecían expectantes y todo anunciaba lo que iba a suceder en el país en los próximos años. Francisco Franco era ya un anciano de 81 años que no podía disimular los síntomas del párkinson, y lo peor fue que el 9 de julio ingresaría en el hospital que llevaba su nombre con un primer ataque de flebitis, que le obligó a dejar la presidencia de Consejo de Ministros por primera vez desde 1936 y ceder la Jefatura del Estado de manera interina al entonces príncipe Juan Carlos. La fijeza la alcanzaría en apenas un par de años.

Cercados por la inseguridad sobre el futuro inmediato del dictador, y con el suyo, él de la dictadura que había gobernado con mano férrea durante 35 años (38 si se empieza a contar el 18 de julio de 1936), los prohombres del régimen comenzaron a buscar diferentes puertas de salida, divididos en “ultras” y “aperturistas”, de los que formaba parte el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro. Dos familias no siempre bien avenidas.

En los pasillos de los ministerios había un murmullo continuo de rumores y la calle andaba alborotada con huelgas, manifestaciones y protestas,  que de vez en cuando acababan en muertes, como la de Miguel Roldán Navarro en agosto por disparos de la Guardia Civil. Hubo atentados de ETA y FRAP. El 2 de marzo se ejecutó a Salvador Puig Antich y en julio se presentó en Madrid la Junta Democrática.

Esa ambigua y contradictoria situación de inseguridad no tenía más remedio que reflejarse en TVE, cuyo control político por una u otra familia del régimen adquiría cada vez mayor importancia en cuanto la televisión comenzaba a ser el medio más influyente del país. Tal era la cosa, que en apenas año y medio estuvieron al frente de la casa tres directores generales distintos, cada uno con su librillo y ninguno con tiempo suficiente para llevar a cabo cualquier plan que llevaran pensado, si es que lo llevaban.

Juan José Rosón
Rafaél Orbe Cano, un abogado de origen falangista y posterior evolución opusdeista que logró el récord de ser el director general de RTVE que menos tiempo ha estado en el cargo, tan sólo siete meses, había sido nombrado el 28 de junio de 1973, pero sería relevado de su cargo cuando Arias Navarro inventó en un discurso lo que se llamó “el espíritu del 12 de febrero”, que daría el disparo de salida a un periodo de supuesto aperturismo. Pío Cabanillas, aperturista por antonomasia dentro de lo posible, fue nombrado Ministro de Información y Turismo y de su mano llevó a la dirección general de RTVE a Juan José Rosón Pérez, luego de gran importancia durante la transición desde su cargo de Gobernador Civil de Madrid. La apertura, no obstante, duró poco, y en noviembre Cabanillas fue cesado y sustituido por León Herrera y Esteban, que descabalgó a Rosón y sentó en su despacho a Jesús Sancho Rof, que conduciría el carro hasta la muerte del dictador.

Tanto vaivén no podía dejar de afectar a los mandos intermedios, lo que convirtió por breve tiempo a Chicho Ibáñez Serrador en director de programas y a Juan Luis Cebrián en director de informativos hasta la crisis del aperturismo en noviembre.


El espectáculo sigue



Con alguna excepción llamativa, como la aparición y desaparición el mismo año del informativo “Noticias de la segunda”, la programación de TVE es lo que menos se resintió, al menos de cara al espectador, de la agitación e inseguridad de 1974.

El 4 de marzo volvió a la pantalla Félix Rodríguez de la Fuente con el que había de ser su último y más reconocido programa televisivo: “El hombre y la tierra”. Era una producción ambiciosa, que intentaba retratar la fauna de todo el mundo, aunque finalmente se redujera a las de España, Venezuela y Canadá, a las que se les dedicaron nada menos que 130 episodios de una hora, que finalizaron en 1980 con la muerte del naturalista.

Fernando Fernán Gómez, que además de numerosas interpretaciones ya había dado dos años antes a TVE su telefilme “Juan Soldado”, regresó en 1974 con la que había de ser su obra maestra televisiva. Fruto de su amor por la literatura picaresca de los siglos XVI y XVII, el actor, escritor y director utilizó y mezcló en los seis capítulos de “El pícaro” textos de Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Vicente Espinel, Salas Barbadillo y otros autores del género. Con ellos, su propia inventiva y la de su coguionista, Pedro Beltrán, pergeñó las aventuras de Lucas Trapaza, un auténtico maestro de la picaresca, al que él mismo dio vida. Le acompañaban en el reparto, entre otros, Pilar Bardem, Enma Cohen, Mary Santpere, José María Pou, Charo López y Juan Diego.

Considerado un hombre de televisión por excelencia, aunque al final de su vida haya preferido el cine, el género que estudió y en el que empezó su carrera, Antonio Mercero le dio en 1974 a TVE su premio del año. Sucedió en el festival de Montreaux, y la obra galardonada fue el mediometraje de 30 minutos “Don Juan”, una versión humorística y con canciones del viejo mito del Tenorio. “Yo siempre he sido un gran admirador de la comedia musical americana, y siempre he dicho que, para mí, la película de mi vida es ‘Cantando bajo la lluvia’. La he visto casi un centenar de veces a lo largo del tiempo, y he bailado claqué delante del espejo de mi habitación, imitando a Gene Kelly. Y de pronto, un día TVE me llama invitándome a realizar un musical para el Festival de Montreaux. Naturalmente lo acepté, fui el hombre más feliz del mundo durante el tiempo que duró el rodaje. Era un parodia sobre nuestro Don Juan Tenorio, desmitificándole y riéndonos hasta de sus rimas”, ha explicado el autor de su obra, a la que aún le faltaban alguno de sus éxitos más importantes, que llegarían en 1981 (“Verano Azul”) y 1991 (“Farmacia de guardia”).

Creada en 1973 en Suecia, “Pipi Calzaslargas” no fue estrenada en español hasta el año siguiente, pero se convirtió enseguida en un fenómeno televisivo. Las extraordinarias, fantásticas y transgresoras aventuras de una niña sueca de nueve años, con vestidos inenarrables y unas trenzas irreductibles a ambos lados de la cabeza, se convirtieron en lo más divertido y rebelde que podían ver los niños, y no sólo ellos, de la época. El personaje lo había creado en 1944 la escritora Astrid Lidgren, quien seguro que nunca pudo imaginar que su invención se convertiría en modelo de los más pequeños de cada familia española 30 años después.












           



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