sábado, 15 de junio de 2013

Bill Haley, con él nació el rock and roll





Ni su físico de vendedor de seguros juerguista y jaranero, ni su caracolillo capilar que ya hubiera querido Estrellita Castro ni sus chaquetas de mercadillo chino parecían apropiadas para que Bill Haley se convirtiera en una estrella del rock adolescente; ni siquiera su condición de depredador musical, aunque eso ayudara. Sin embargo, ahí está en la historia del rock and Roll.







DIARIO DE LAS PALMAS. 1 FEBRERO 1983

No fue el más famoso, papel que le correspondió a Elvis Presley, ni el más alborotador, que podrían ser Little Richard o Jerry Lee Lewis, ni siquiera fue el mejor compositor del rock, lugar que ocupa por derecho propio Chuck Berry, pero sin duda fue el primero, y eso se recordará siempre. Además era divertido. ¿Qué más se puede pedir?

Bill Haley, de verdadero nombre William John Clifton Haley, nació en marzo de 1927, en los suburbios de Detroit, y desde muy joven estuvo tocando la guitarra y cantando por poco dinero en cafetuchos de mala muerte. En 1942 formó su primer conjunto de Country and Western, con el que estuvo actuando sin descanso en todo el medio Oeste americano, hasta que decidió que resultaba más comercial adaptar títulos de Rithm and blues copiando su ritmo, aligerando sus textos de toda provocación sexual y mezclando todo ello con una buena porción de country.

Se juntó con un grupo al que llamó The Comets, y en 1951 obtuvo un pequeño éxito comercial con «Rock the Joint», un antecedente inmediato del rock and roll. Al año siguiente grabó «Crazy man crazy». En 1954 obtuvo por fin el éxito con «Shake, Rattle and roll», una versión dulcificada de la canción negra de Joe Hunter, y ese mismo año se lanzó definitivamente con un cover de un tema de Rithm and blues compuesto por Amos Millboum, que se titulaba originalmente «Let's Rock Awhile» y al que rebautizó como «Rock around the clock».

Bill Haley no daba en absoluto la imagen de teeneager, para los cuales cantaba y a los cuales pretendía representar. En primer lugar tenía demasiada edad --había cumplido ya los 27 años cuando consiguió su primer éxito--, vestía horrorosas chaquetas a cuadros que le hacían parecer más un probo oficinista que un joven descarriado, y lo único que le acercaba a la juventud era el engominado tupé que lucía. Sin embargo él fue el encargado de abrir el camino a otros rockers más auténticos.

En 1955 participó en la película de Richard Brooks «Blackboard jungle» (“semilla de maldad”), que incidía, como otros productos cinematográficos de la época («Salvaje», con Marlon Brando, o «Rebelde sin causa», con James Dean, por ejemplo) en la temática de la adolescencia desclasada, rayando la delincuencia. En la primera secuencia se veía a unos jóvenes de aspecto ambiguo bailando en el patio de un colegio canciones de Bill Haley. Esta película tuvo una enorme repercusión, lo que le ayudó a mantenerse en el candelero con canciones de éxito, como «See you later alligator» («Hasta luego, cocodrilo»), e interpretando otras películas, como «Don't Knock the rock» (1956), o el mismo «Rock around the clock», que Fred Sears llevó al cine en el cincuenta y nueve.

Pero a partir de la llegada de Elvis Presley estaba todo perdido para Haley. Las nuevas generaciones ofrecían algo que él no tenía: juventud y descaro. Y su estrella comenzó a apagarse. En 1957 hizo una gira por Inglaterra en olor de multitudes, pero a la vuelta a los Estados Unidos las cosas ya no volvieron a ser lo que eran. Las fans ya no le recibían gritando y desgarrándose las ropas, sus discos ya no eran los más escuchados ni los que más copias vendían y a sus shows ya no acudía tanto público como antes. En el escenario se movían nuevos nombres que tenían algo más que ofrecer que simples imitaciones, aunque estuvieran hechas con tanta gracia como las de Bill Haley.
Porque el éxito verdadero de Haley estuvo basado en las imitaciones y en las copias. El fue, en realidad, un saqueador del patrimonio musical de los negros, a los que esquilmó descaradamente, como, por otra parte, hicieron la gran mayoría de los rockers blancos. Si algo puede ilustrar la figura de Bill Haley es la manera en que la industria discográfica de los blancos se enfrentó con las creaciones de los negros, que permanecían semiocultas en sus propias casas discográficas «race», para extraerles todo lo que fuera vendible a cambio de dólares. En ese proceso de comercialización se fueron perdieno algunas de las mejores virtudes que ilustran la música popular americana: su garra, su fuerza y ese ambiente realista, crudo y sensual que embarga tantas y tantas composiciones.

Tal vez esa expoliación fuera necesaria para satisfacer las exigencias del nuevo público que estaba conformando la juventud blanca sin romper demasiado con el mundo y los conceptos de sus mayores. De esta forma se consiguió mantener en unos márgenes de libertad controlada la rebeldía juvenil de los años cincuenta.

Bill Haley fue un agente, junto a otros muchos, de esta expoliación. Su fruto fue el rock and roll, pero en el camino, Bill fue destruido por esa maquinaria. A partir de los últimos anos cincuenta dejó prácticamente de actuar, aunque se siguió manteniendo en segundo lugar, participando en giras secundarias, viajando de vez en cuando a Inglaterra, engordando, envejeciendo y grabando unos discos que eran la sombra de los anteriores. De todas maneras, cuando quería poner en pie al público cantaba alguno de sus viejos éxitos y, a veces, lo conseguía, aunque sus actuaciones no fueron sino la repetición mecánica de los viejos clichés.

El 6 de agosto de 1972 Bill Haley volvió a actuar en Londres en un gran espectáculo junto a otros ídolos del rock. Tenía ya cuarenta y .cinco años, y una buena parte de los cincuenta y seis mil espectadores que se dieron cita en el estadio deportivo de Wembley no le habían visto actuar jamás. Un testigo de aquel suceso musical, el español Celestino Coronado, narró asi la actuación de Haley en la revista «Triunfo»: «Para muchos fue una sorpresa el que Bill Haley and his Comets, más veterano que nadie, tocaran y sonaran muy bien. Su actuación fue simple, sin complicaciones o intentos de renovación, consiguiendo, no obstante, una inmediata réplica de sus miles de fans, y dando a todo el mundo una versión blanda quizás, pero no menos feliz y representativa, del género».

Bill Haley había vuelto con éxito, pero fue efímero. Hizo algunas actuaciones, grabó y reeditó viejas canciones que fueron apreciadas por el público y la crítica en justa medida, pero ya no habría forma de que volviera a retomar la antorcha del triunfo. Este viejo rocker estaba ya demasiado cansado para iniciar un nuevo camino. De todas formas sirvió para recordarnos que una vez hubo un ídolo que se llamó Bill Haley, que inventó el rock and roll y que murió un 9 de febrero de 1981.





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